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Ecos Del Alma

HoneyRocío visita a Castillo (Autor:Castillo)

HoneyRocío visita a Castillo (Autor:Castillo)

(Cuento)

—¡ No puedes viajar sola a la Argentina! —le había dicho su hermano. —¡Sólo tienes 18 años!
—Y eso ¿Qué importa? En otros países ya tienen 3 ó 4 hijos cuando cumplen los 18.
—Pero tú eres muy vulnerable, muy débil..
—¡Soy madura, concentrada y no soy débil! Tengo un carácter fuerte y sé lo que quiero.
—Pero los argentinos son terribles y si además te propones visitar a ese Castillo, de quien no tienes mayores datos que los que describe en sus cuentos, todo deja mucho que desear.
—Ese señor que tu dices, Castillo, es una persona correcta, vital, que me gusta como escribe. Y no lo voy a visitar a él, sino que iré al pueblo donde vive, Derqui se llama, donde dicen que veranean los poetas fallecidos.
—Yo creía que eran los escritores fallecidos...
—¡Es lo mismo!
—No, hermanita .No es lo mismo. No te olvides del portal de cuentos que tenemos acá. www.ficticia.com donde se recibe a los escritores pero los poetas tienen la entrada prohibida. Cosas de locos. Y esa historia que en Derqui, si amas o eres fan de algún escritor que esté de vacaciones por allá, lo puedes ver e incluso conversar con él. No me la creo.
—Yo sí la creo y eso es lo que quiero. Ya tengo preparada mi lista de escritores y poetas preferidos y amados por mí, desde mi niñez.
—Espero que tengas en tu lista a Ray Bradbury.
—¡No! Ese te gusta a vos. Yo tengo a Neruda, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Borges, Hemingway, Edgar Allan Poe, Morris West, Amado Nervo y muchos más.
—Pero, ¿en verdad crees que es posible hablar con los muertos?
—¡Sólo si vas con el corazón puro!
—Pero ese Castillo no me gusta nada y menos si tiene a su tío en la casa. Viste lo que le pasó a Nilda ¿No?
—Él me ofreció que usara su casa como base de operaciones. Vive solo, acompañado por su vieja mucama, que practicamente lo crió. De vez en cuando lo visita su hermana y su tío casi nunca. Además solo iré a dormir Comeré en cualquier restaurante del pueblo. Hablaré con los vecinos, visitaré a Nilda, que vive cerquita, en Villa Rosa, la ciudad de los rascacielos y conoceré a Negrita, la vaca que sabe manejar el ascensor. Trataré de contactar a otros escritores de los Cuentos, y si puedo iré a Corrientes a charlar con Gilda que en los Cuentos es mi escritora favorita.
—Deberás tener cuidado cuando vayas a la casa de Nilda. No te olvides que tiene un hijo adolescente que gusta de vos.
—¡Pero si es un niño!
—¡Si, pero un niño con un aparato así de grande! —le dijo riéndose y haciendo un gesto con las dos manos.
—¡Grosero, maleducado! ¡No puedo hablar con vos!

Llegó a Ezeiza a las 10 de la mañana. Tal como le recomendó Castillo, tomó un taxi a la Estación Retiro y ahí el tren a Derqui. El viaje desde Retiro a Derqui dura aproximadamente 70 minutos. Se entretuvo estudiando a los demás pasajeros que viajaban en el mismo vagón. Un señor gordo de bigotes y abundante cabello ensortijado se sentó a su lado. Traía prendida en el pecho una medalla con una cinta tricolor.
A Honey le pareció un poco ridículo que una persona viaje con una condecoración en sus ropas. No se pudo contener y le preguntó al hombre gordo:
—Perdone, señor mi curiosidad. ¿qué medalla es esa que lleva? ¡Es hermosa!
El hombre se sobresaltó y la miró con asombro.
—¿Me puedes ver? —le preguntó.
—¡Por supuesto! ¡No soy ciega! —respondió Honey.
El hombre gordo la miró con simpatía y le dijo:
—Te diré. Esta condecoración es de la Academia Francesa de Letras. Me la gané hace ya bastante tiempo. Mi nombre es Alejandro Dumas.
Honey Rocío estaba radiante. La leyenda era verdadera. Alejandro Dumas estaba en su lista. Sus novelas las había leído con avidez en su infancia. Cómo olvidar a Los 3 mosqueteros, 20 años después, El conde de Montecristo, El tulipán negro, El collar de la reina, etc. Se volvió hacia su compañero de viaje, pero éste había desaparecido. Su desencanto duró poco. Su alegría era mucha. Había cambiado algunas palabras nada menos que con Alejandro Dumas. Sólo eso, bien valía el viaje.
De pronto se le ocurrió. Este tren iba a Derqui. Seguramente viajarían el él, otros escritores. Recorrería los vagones de punta a punta tratando de reconocer a algunos de sus poetas favoritos.
Llevaba dos maletas chicas. Las puso sobre el asiento, rogando que nadie se las robara, porque Castillo le había recomendado que cuidara su equipaje, especialmente en el tren. Se puso de pié y observó a los demás pasajeros. Parecían todos buena gente. Decidió arriesgarse. No le importó nada y caminó hacia el otro vagón. Avanzó por el pasillo del tren tratando de ver las caras de los pasajeros y aunque tenía una vaga idea de los rostros de los poetas, por haberlos visto en las solapas de los libros o en alguna enciclopedia, le fue fácil reconocer a Gabriela Mistral que sentada junto a una ventanilla, fumaba con languidez un cigarrillo, con la mirada perdida en la lontananza.
No la quiso sacar de su abstracción. Ya tendría tiempo de conversar con ella en Derqui.
No logró reconocer a nadie más, salvo a Shakespeare, que le leía en voz alta Romeo y Julieta a otra persona que parecía estar junto a él, pero que Honey no veía. Posiblemente no era alguno de sus poetas favoritos.
Regresó a su asiento y contenta vió que sus valijas estaban tal como las había dejado, solo que encima de una de ellas, había una enorme medalla con una cinta tricolor. Era la condecoración de la Academia Francesa. Con los ojos cuajados de lágrimas la guardó amorosamente en su cartera.

Llegó a la quinta de Castillo a la una de la tarde. La recibió la vieja mucama que le mostró su dormitorio con un pequeño baño, donde se dio una rápida ducha.
La vieja la llamó para almorzar y le explicó que Edy estaba en Buenos Aires y volvería recién a la noche. Le dejó dicho que se sintiera como en su propia casa y que cualquier cosa que necesitara hablara con doña Sofía que era el nombre de la vieja.
Honey estaba impaciente por conocer el pueblo, por hablar con sus habitantes y sobre todo por encontrar a alguno de sus escritores favoritos.
Doña Sofía insistió para que almorzara, porque Honey no quería causar molestias ni gastos. Sólo necesitaba una cama para dormir. Eso era lo que le había aceptado a Castillo.
La anciana se rió y le dijo que Derqui era muy chico y que no habían restaurantes. Tendría que tomar un ómnibus para ir al Kilómetro 50 donde sí encontraría un Mac Donalds y muchísimos negocios de comida, Pero eso estaba a 5 Kms. de allí y los precios eran demasiado caros para el común de la gente. Le dijo además que contaban con que ella se quedaría como una integrante más de la familia y todo estaba dispuesto así. Ella no debería esperar a Castillo, porque éste era muy impuntual y muchas veces no venía a comer a ninguna hora.
—Y si falta tanto a su casa...¿Cuándo escribe? ¿A qué hora entra a Internet? —le preguntó Honey.
—Creo que lo hace de noche. A veces lo escucho de madrugada, que se ríe y que teclea. Yo nunca leo lo que escribe.
—Yo he leído muchas cosas de él y me agrada lo que escribe. Bueno, en realidad me gusta todo lo que leo. Admiro a las personas que saben evadirse de la realidad y crean historias fantásticas, que nos hacen a los lectores evadirnos y vivir las peripecias de los personajes.
—Me dijo Ed, que está muy interesada en las cosas raras que suceden en Derqui ¿No es así?
—Quiero hacer una crónica completa y tratar de ver con mis propios ojos. Pero creo que ya ví en el tren, que todo lo que dicen es verdad.
—No quiero contradecirla, pero yo vivo hace más de cuarenta años en Derqui y nunca vi nada raro. Y mucho menos fantasmas que caminaran por las calles. Creo que todo debe ser un invento de los comerciantes, para atraer turistas crédulos. Le advierto que si va al pueblo, todo estará cerrado. Acá en Derqui la siesta es obligatoria. Nadie sale a la calle hasta después de las cuatro de la tarde. Puede ser que esté abierto algún Cyber porque también son locutorios telefónicos.
—Entonces y sólo por hoy, yo también dormiré una siesta, porque el viaje me agotó.
Honey Rocío se fue a su habitación. Hacía un calor de mil demonios y el ventilador de techo giraba lentamente sin alcanzar a refrescar lo suficiente. Optó por dormir un rato sobre la cama y se desnudó completamente.
Doña Sofía terminó de lavar los platos del almuerzo cuando escuchó que golpeaban las manos.
—¡Cuándo será el día que Edy instale un timbre! —rezongó. Fue a ver quien era y se encontró con una señora de mediana edad, cabello blanquecino, tomado en un moño atrás.
—¡Buenas tardes!— la saludó la desconocida. —Estoy buscando a una chiquilla que llegó en el tren. Supe que había venido a esta casa y tendría que hablar con ella...
—¡Sí! Es una chica que viene a curiosear por el pueblo. Pero lamentablemente está durmiendo la siesta porque el viaje la dejó extenuada... Si es algo importante la despierto...
—En realidad es importante, pero puedo esperar. Prefiero dejarle un mensaje. Dígale, por favor que vaya al Café Tortoni de Derqui a las ocho de la noche. Que lleve la condecoración, porque le servirá de entrada.
—¿El Café Tortoni? ¿En Derqui? En realidad no lo conozco.
—Ella sabrá llegar. No se preocupe. Y muchas gracias. Dígale que vino Gabriela.

Honey despertó con la sensación de que había alguien más en la habitación. Se enderezó de golpe y cubriéndose el pecho con los brazos revisó la habitación, pero no había nadie más que ella..
Se vistió con la sensación de sentirse observada y se le ocurrió una idea increíble. Seguramente Castillo tendría algún agujero en las paredes por donde la espiaba. ¡Y ella que se había acostado desnuda!
Encontró en la cocina a doña Sofía y le preguntó directamente; —¿Dónde está Castillo?
La vieja la miró con curiosidad al escuchar el tono imperativo de Honey y tranquilamente le contestó:
—Edy no ha llegado todavía. Usted se va a dar cuenta cuando llegue, porque se entera todo el barrio. Ël toca la bocina en la esquina y salen los cuatro perros ladrando, muertos de contento. No hay forma de hacerlos callar. Si yo los reto se ponen malos, a veces agresivos.
La vieja levantó la vista y miró el reloj que estaba en la pared.
—Recién llegará en dos horas. A propósito: en dos horas tienes que estar en el café Tortoni. Me imagino que conoces el lugar, porque yo ni lo sentí nombrar. La señora que vino dijo que tu sabrías llegar y que lleves la condecoración que te servirá de entrada.
—¿Vino una señora por mí?—preguntó sorprendida.
—Se llama Gabriela.
Se le hizo la luz a Honey Rocio. Los fantasmas de los poetas muertos la invitaban a una reunión o sería mejor llamarlo aquelarre. ¡No! Eso era reunión de brujas. Como fuese. Por supuesto que iba a ir. Para eso había venido. ¿No sería conveniente avisarle a Castillo? ¡Pobre Castillo! Ella sospechando de él y ahora se daba cuenta que debía ser una buenísima persona. De alguna manera lo iba a recompensar por los malos pensamientos que había tenido respecto a él.

II

No sabía como llegar al Café Tortoni. Es más. Ni siquiera conocía Derqui, pues se había bajado del tren y había tomado un taxi para ir a la casa de Castillo. Decidió hacer lo mismo. En la esquina había una parada de taxis y tomó uno.
—¡Por favor, al Café Tortoni! —le pidió al taxista de muy buena manera.
El hombre que había puesto en marcha el auto, lo detuvo y le dijo:
—No lo conozco, pero le preguntaré a mis compañeros. Espere un momento.
Se bajó y fue a hablar con los otros taxistas. Ella vio como unos negaban con la cabeza y luego discutían entre sí. El hombre regresó apesadumbrado:
—¡Nadie lo conoce en este pueblo! ¿Está segura que es en Derqui? Honey asintió preocupada.
—Debe ser un Café un poco raro, misterioso, algo fuera de lo común. ¿No se le ocurre nada?
El taxista pensó un momento y le dijo:
—Lo único que se me ocurre es que pueda ser saliendo de Derqui, porque antes de llegar a Villa Astolfi hay una especie de pueblito abandonado donde ejercía la medicina natural un famoso manosanta que se llamaba Tibor Gordon. Nadie se acerca por allá porque se dice que está embrujado. De noche se ven luces y se escucha música y murmullos de conversaciones en otros idiomas.
Claro que pueden ser habladurías de viejas superticiosas, pero yo no me atrevo a ir a esta hora y ningún taxista la querrá llevar.
Honey Rocio suspiró molesta y pensó que la gente simple de este pueblo cree en brujas y demonios , pero no cree en fantasmas buenos ni en poetas fallecidos.
—Por favor, indíqueme el camino que creo que iré caminando.
El buen hombre la miró asustado y se santiguó. Le dijo que tenía que caminar unas 10 cuadras derecho e iba llegar a un camino viejo y que siguiera por él, que iba directamente al pueblo abandonado.
Honey comenzó a caminar con paso decidido y rápido. Ella no tenía miedo y sólo quería llegar a tiempo para no perderse nada de esa reunión. Los taxistas se quedaron mirándola como se perdía en la oscuridad de las calles arboladas, y comentaban el valor de la chiquilla.
—Está bastante buena la minita —comentó el taxista más chusco —Ta linda pa voltearla—aseguró otro
—Está viviendo en la casa de Castillo.
—Si la alemana lo sabe, lo va a reventar a Castillo.
—Pero entre la rubia alemana y esta morocha mexicana, me quedo con ésta.
—Si te escucha tu mujer te va a reventar a vos.
A todo esto Honey Rocío se perdió en la oscuridad y los hombres volvieron a conversar de sus temas, olvidándose de la muchacha.

Esa fue la última vez que se la vio. Así declararon ante el Juez los choferes de taxis que la vieron alejándose, caminando por la oscura calle.
Castillo había hecho la denuncia por desaparición de persona y al reunirse todos los datos de quienes la vieron, se llegó a la conclusión que desapareció en las tierras que alguna vez fueron del misterioso Tibor Gordon.
Se organizaron varios grupos de búsqueda y todos volvieron con resultados negativos. Castillo ofreció una suculenta recompensa para quien pudiera dar noticias de ella, pero todo fue inútil. A Honey Rocío se la tragó la tierra.
Después de varios días, comenzaron los comentarios de la gente malintencionada de siempre. En todas partes las hay. Algunos decían que Castillo la había violado y sin querer la había estrangulado y luego asustado de su crimen y ayudado por doña Sofía la enterraron en los fondos de la quinta.
Otros decían que la chica había regresado después de la medianoche a la casa y los perros al no conocerla la habían despedazado a dentelladas. Naturalmente Castillo la había enterrado en los fondos
Hubieron varias versiones más. Todas apuntaban contra Castillo y el Fiscal decidió allanar la casa . Una cuadrilla completa de la Municipalidad de Pilar removió toda la pequeña quinta no dejando piedra sin levantar ni terrón sin romper. Inútiles fueron las protestas de doña Sofía al ver que le destrozaban el jardín.
Cuando se dieron por vencidos y el fiscal comprobó que nada había en la casa ni en los terrenos de la quinta, se fueron en medio de las amenazas de Castillo de iniciarles juicio por daños.
Otras versiones dicen que una gran Editorial española, más bien una multinacional, se había contactado con Honey Rocio para publicar su trabajo completo. Prosa y poesía. Como Honey se negara y después viajó a la Argentina, la habrían asesinado para quedarse con las obras que Honey tenía colocadas en el Portal de los Cuentos en Internet. Todo esto porque de la noche a la mañana desaparecieron todos los trabajos de la página de Honey. Sólo había una ridícula explicación que decía que de ahora en más, se iba a dedicar a comentar y criticar trabajos de otros.
Pero los escritores de losCuentos.com no la olvidaremos y siempre vivirá en nuestros corazones.

Edgardo Castillo

http://www.loscuentos.net/cuentos/local/castillo/





2 comentarios

new balance -

Life, life is the root, the body is this, Budding, be being round, Can endure is astute, will let is bright, There were brave, trapped by. Small confused and clear, Cheer up, all life happiness. ZhuLe enjoy life! Happy weekend!

NILDA -

Sí, por este cuento casi me muero!!
pence que (Castillo) te mato!!
jajajaaaaa
felicidades para ambos!!
besitos
nilda.