¿O quizás no? (Por Mundoaparte y HoneyRocío)
La gente de San Gabriel no sabe de fiestas, ni de celebraciones. Alejados del mar solo viven del campo y de viejas historias, algunas de ellas, contadas a través de muchas generaciones, se han deformado hasta convertirse en leyendas inverosímiles que solo pueden ser posibles en las mentes seniles de quienes los cuentan. Solo son sesenta y siete habitantes, todos ellos ya muy viejos para tener hijos. La última pareja capaz de darle algún retoño al pueblo se marchó cuando pudo, escapó sin remedio a un lugar donde el tedio no sea el pan de cada día y las historias sean un poco más reales.
San Gabriel es un pueblo fantasma condenado a morir...o quizás no.
Gian y Rocío cansados de la vida de ciudad, con sus agitados ir y venir, con su moribundo espacio, su falsa felicidad y la soledad acompañada, decidieron buscar un oasis para iniciar sus vidas.
Sus corazones y el amor a las pequeñas cosas hicieron que un día se encontrasen.
Aun lo recuerdan
-¡Hola Rocío!
-¡Hola Gian!
-He pensado mucho en ti. Me gustaría estar contigo en una playa, sentados en una rustica mesa y observar el mar. Mirarte y allí me atrevería besarte.
-Yo te dejaría si tus besos saben a sal. Adoro el mar.
-Saben a sal y sol. Nuestros cuerpos, allí con el mar comulgan.
-¿Y al besarnos crearíamos el alba?
-Al amarnos seriamos alba.
-¿De verdad te gusto?
-Si, ¿no sabes que amo las cosas pequeñas? Y tú, eres como ellas. ¡Mi pequeña!
- Las amas porque en ellas está el amor: en la gota de rocío al besar la rosa, en la estrella más pequeña que nos mira, en la sombra de una solitaria palmera que intenta robar del mar una ola o en el suspiro que acalla unos labios.
-En mis manos en las tuyas, en tu aroma en mi piel o en tu voz y un te quiero.
Gian y Rocío sintieron que su amor necesitaba aire, cielo, estrellas. Encontraron San Gabriel, un pueblo casi fantasma, donde sus pocos habitantes habían olvidado la belleza de soñar, el sentido de vivir.
El pueblo poseía la belleza de antaño, sus campos exhibían la belleza creadora, las aves revoleteaban libres, con esa libertad que no ha dañado la mano humana, su río besaba la tierra y sus cristalinas aguas cantaban con pureza. Se olvidaron del mar.
Sus sesenta y siete habitantes, viejos y cansados, tenían demasiadas historias, inverosímiles a veces, pero tan maravillosas que era un caudal para aquella pareja que compartía también el placer de plasmar en letras la vida.
Su llegada al pueblo causo revuelo, impregnó de esperanzas aquellos corazones, áridos por el tiempo y volaron los recuerdos.
La vida, aun pequeña, asomó tras los cansados ojos de los habitantes de San Gabriel. Un pueblo fantasma. ¿O quizás no?
Y fue que no.
Giancarlo Fonseca (mundoaparte)
http://www.loscuentos.net/cuentos/local/mundoaparte/
y HoneyRocío
Mayo 2006©
San Gabriel es un pueblo fantasma condenado a morir...o quizás no.
Gian y Rocío cansados de la vida de ciudad, con sus agitados ir y venir, con su moribundo espacio, su falsa felicidad y la soledad acompañada, decidieron buscar un oasis para iniciar sus vidas.
Sus corazones y el amor a las pequeñas cosas hicieron que un día se encontrasen.
Aun lo recuerdan
-¡Hola Rocío!
-¡Hola Gian!
-He pensado mucho en ti. Me gustaría estar contigo en una playa, sentados en una rustica mesa y observar el mar. Mirarte y allí me atrevería besarte.
-Yo te dejaría si tus besos saben a sal. Adoro el mar.
-Saben a sal y sol. Nuestros cuerpos, allí con el mar comulgan.
-¿Y al besarnos crearíamos el alba?
-Al amarnos seriamos alba.
-¿De verdad te gusto?
-Si, ¿no sabes que amo las cosas pequeñas? Y tú, eres como ellas. ¡Mi pequeña!
- Las amas porque en ellas está el amor: en la gota de rocío al besar la rosa, en la estrella más pequeña que nos mira, en la sombra de una solitaria palmera que intenta robar del mar una ola o en el suspiro que acalla unos labios.
-En mis manos en las tuyas, en tu aroma en mi piel o en tu voz y un te quiero.
Gian y Rocío sintieron que su amor necesitaba aire, cielo, estrellas. Encontraron San Gabriel, un pueblo casi fantasma, donde sus pocos habitantes habían olvidado la belleza de soñar, el sentido de vivir.
El pueblo poseía la belleza de antaño, sus campos exhibían la belleza creadora, las aves revoleteaban libres, con esa libertad que no ha dañado la mano humana, su río besaba la tierra y sus cristalinas aguas cantaban con pureza. Se olvidaron del mar.
Sus sesenta y siete habitantes, viejos y cansados, tenían demasiadas historias, inverosímiles a veces, pero tan maravillosas que era un caudal para aquella pareja que compartía también el placer de plasmar en letras la vida.
Su llegada al pueblo causo revuelo, impregnó de esperanzas aquellos corazones, áridos por el tiempo y volaron los recuerdos.
La vida, aun pequeña, asomó tras los cansados ojos de los habitantes de San Gabriel. Un pueblo fantasma. ¿O quizás no?
Y fue que no.
Giancarlo Fonseca (mundoaparte)
http://www.loscuentos.net/cuentos/local/mundoaparte/
y HoneyRocío
Mayo 2006©
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