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Ecos Del Alma

“Cielo” por Vicente Arce (--vincho--)

“Cielo” por  Vicente Arce (--vincho--) Cuando era niño acostumbraba mirar al cielo por diversos motivos; tumbado en el pasto buscando formas a las nubes, desde la ventana de mi habitación contando estrellas, sentado en la playa, encontrando el punto exacto de la frontera en que dejaba de llamarse cielo y comenzaba a llamarse mar, tras una ventana viéndolo llorar o enfurecerse, o compartiendo su colorida e invertida sonrisa; papá también tenía que ver con el cielo, la misma infancia me daba una imagen difusa de su trabajo, sabía que trabajaba en aviones, solo eso, y no importaba, era lo único que necesitaba saber, así que también volteaba hacia arriba al escuchar el estridente ruido de las tripas de alguno de esos animales mitológicos, esperando verlo montado en alguno, sin importar el destino o el tamaño; extendía la mano para saludarlo...

-incluso creía que algunas veces llegó a corresponder la atención-.

Al paso de los años, el recorrido por escuelas y aulas de clase, libros y maestros, tareas, fórmulas y exámenes, los conocimientos adquiridos depredaron los terrenos de la imaginación; por tal motivo ahora sé que las formas de las nubes son estructuras asimétricas altamente complejas cuya conformación depende de la conjunción de un gran número de factores atmosféricos, que la geometría denomina sus formas como fractales, dejando de ser trenes, dragones, caballos o caras para ser solo formaciones de agua evaporada en formas asimétricas; que las estrellas que veía, no son los Reyes Magos en la víspera interminable del 6 de enero, que ya están ordenadas en constelaciones, que se cuentan por billones, que son astros incandescentes lejanos que generan luz propia que tarda varios miles de millones de años en llegar a la Tierra, que poseen casi todos sus respectivos sistemas planetarios; también sé que el mar no es un universo húmedo que guarda reinos con reyes y guerreros, leviatanes fabulosos; éste quedó reducido solo a un manto acuífero salado, cuna de la vida, en forma de bacterias microscópicas, que cubre más del ochenta por ciento del planeta.

El cielo ha dejado de ser el gran escenario universal y eterno, la pantalla mágica que pasaba de azul a gris, de rojo a negro, donde siempre había algo que ver, como el nado de las aves y de los insectos, el paso furtivo de monstruos, y, si se ponía mucha atención, a superman como un manchón carmesí con la prisa propia de quién va a salvar el mundo; no, el cielo es una conformación de gases, donde imperan el oxígeno, el hidrógeno, y el dióxido de carbono, se divide en capas, que envuelven al planeta, que existe un agujero en ellas producido por el uso indiscriminado de sprays por donde se cuelan rayos ultra violeta que provocan diferentes tipos de cáncer; que su llanto y su enfurecimiento es resultado de un fenómeno físico-eléctrico provocado por factores atmosféricos, vientos, frentes fríos, acumulación de agua, diferencias de temperatura, choque de electrones e iones, lo que resulta en la llamada precipitación pluvial pudiendo ser ligera o abundante, y que, dependiendo también de condiciones celestes, al haber luz solar, ésta incide en la humedad de la estratosfera haciendo las veces de prisma y defractando la luz en los tres colores primarios y sus cuatro primeras mezclas, generando así otro fenómeno óptico llamado arco-iris, donde de ninguna forma sirve de camino a Asgard, ni está el majestuoso Odín sentado enfurecido contra de su hijo Thor en un trono de oro, y ni pensar que a su final encuentras una olla con monedas doradas y un duendecillo de mal humor cuidándola...

Ah, también supe que mi padre fue jefe de mecánicos de aeronaves ejecutivas, y que ahora es socio de un modesto hangar donde se brinda servicio a aviones privados.

Así entonces, la edad y la escuela han venido minando mi inocencia y mi forma de ver las cosas, dándome menos motivos para ver al cada vez más científicamente explicado cielo; sin embargo, el mismo estridente ruido del monstruo mitológico rampante aún me hace ver hacia arriba, y tengo el impulso de levantar el brazo y saludar a papá, afanando la vista para ver como, sonriendo, corresponde la atención.


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