Escenas de la Obra Teatral: "Rosita y Julieto." (Tragi-Comedia).
Inspirada en la trágica obra de William Shakespeare. (Romeo y Julieta).
Obra en prosas y poesías, en la cual participan varios amigos escritores, amantes de la literatura. Idea y guión: Mauricio Quiroz, Poetas participantes: HoneyRocío y Mauricio Quiroz-
Julieto y Rosalía
Recargada sobre el tronco, la joven fijaba su vista hacia un punto cardinal en el horizonte por donde empezaba a elevarse el astro rey.
Era una joven hermosa, llevando su pelo suelto y que en el clarear del alba sus castaños cabellos se iluminaban en pequeños y delgados reflejos, que se matizaban dando luz a su rostro.
Julieto quedó embelezado, aunque desde atrás solo pudo observar su media forma, pues el resto del cuerpo se hallaba oculto tras el árbol. También pudo apreciar su bella indumentaria, como era de esperarse de las familias pudientes. Vestía un brial celeste, confeccionado con un tejido de sedas finas, entallado a la cintura y largo que le cubría los piecitos, y de mangas estrechas con los puños adornados. También llevaba por encima de este, un bonito cinturón del mismo color que realzaba su preciosa figura y por debajo, una falda algo más fina de color blanca, adornada con cenefas que se notarían sólo en su andar, al levantar la parte delantera para caminar.
Julieto: _ (Mauricio O. Quiroz)
Damisela amada mía
Muy contento estoy de verte
Quiero en mis brazos tenerte
Que poseas valentía
¡Quiéreme, mi Rosalía!
Acepta esta bella flor
Que te obsequio con amor
Su beldad no se compara
Si supiera te envidiara
¡Ya! ¡Quiéreme sin temor!
Pero Rosalía se mantuvo en silencio.
De modo que insistió.
Julieto: _ (Mauricio O. Quiroz)
¿Por qué no hablas o te mueves?
Ni siquiera dices algo
¿Ya no quieres a este hidalgo?
¿Mi vida, no te conmueves?
Rindamos los lapsos breves
Que el destino nos regala
El día viste de gala
Al saberte tan cercana
Parece una porcelana
Sin su risa de bengala.
Rosalía (Honeyrocío): _
Si tu amor me pudiese hablar
lo escucharía mi alma,
cual brisa daría calma
lo falso, haría callar.
Si a mi alma pudiese escalar
la cubriría con fuego,
borrando tu afán de juego,
a tu amar lo haría real
y tu alma sería leal...
pero solo habla tu ego.
Julieto: _ (Mauricio O. Quiroz)
Me ilusiona poder verte
Mis lágrimas se ahuyentan
Son ánimos que acrecientan
El pecho palpita fuerte
Retirándome la muerte
Al soñar que tú me quieres
Mas con el dudar me hieres
Quisiera darte más cosas
Un baño con bellas rosas
Y los besos que tú quieres.
Y los besos que tú quieres
Hasta un pedazo de estrella
Y si el corazón se mella
Aunque tu amor no confieres
Te lo doy si así prefieres
Con un poquito de amor
Marcharía el malhumor
Por esos labios de hielo
Te ofrezco el mismito cielo
Todo para mi primor.
Nuevamente la joven no contestó, sin siquiera observo la flor que le ofrecía.
Hubo un momento de silencio, el joven desconcertado, enmudeció al no escuchar respuesta. Por tal motivo cayó de rodillas abatido. Observó la flor, y en un arranque de rabia y frustración, decidió quitarle todos sus delicados pétalos. "Me quiere o no me quiere", parecía estarse diciendo, al mismo tiempo que pedía perdón a la planta, por lo que le estaba haciendo.
Rosalía al verle, salió del escondite para abrazarle.
Rosalía (Honeyrocío): _
¡Ay, Julieto!, ¡tu jardín y tus flores!
Al compararme con ellas me lástimas
Soy una más entre ellas, otra que amas
Prefiero ser tu oasis sin amores.
Si fuera la única de tus amores
Si mi amor fuera lo que mas estimas
Si tus labios con mentiras no arrimas
Tendría el amor felices colores.
Tu corazón es letal traicionero
Solo muero con pena por perderte.
Mi amor por ti no pudo ser artero
No mientas más, ¡Oh!, cruel aventurero
Deja que sueñe con este amor muerto
Que tu amor solo es, por ser un bulero
Julieto: _ (Mauricio O. Quiroz)
¿Qué debo hacer mi amor para que creas?
Es mi espíritu que se ha declarado
No miento al confesarme enamorado
Mas mi sinceridad, tú no deseas.
Ya ignoro si hablas en serio o bromeas
Mi alma se opone a partir de tu lado
No puede ser que sea tan desdichado
Con tus dudas mi amor solo maleas.
¿Qué debo hacer mi amor para que entiendas?
Ya no me mates con tu desamor.
No deseo argumentos que defiendas.
No puedo olvidarte ni lo pretendas
Mi corazón siente auténtico amor
Por favor, vida mía, no le ofendas.
Se abrazaron con fuerza, y luego se apartaron, buscando en los rostros las mieles en sus ojos, y algún indicio de amor de comunión entre las almas.
Rosalía (Honeyrocío): _
Es tu amor tan voluble, mi Julieto
donde va, nadie lo puede saber
pero olvido en tus labios mi deber
con mi amor que no puede ser discreto.
Extraño sacudimiento es tu amor
agita mi alma como ola en tropel
se que es tu amor solo triste oropel
de mi calma y razón un agresor.
Muero por besar tus labios y temo
es un volcán que me abraza en deseos
río, lloro por tenerlos. ¡Me quemo!
Es locura que exalta mi pobre alma
embriaguez divina al poder amarte
ni la cordura puede darme calma
Julieto: _ (Mauricio O. Quiroz)
Una vez besé cerca de tu boca
Con un soplo rocé tu comisura
Labio que ardía pidiendo dulzura
Y que en instantes siempre se desboca
Quiero esta vez poder besar tu labio
Y degustar tu boquita granate
Salir victorioso de este debate
Y considerarme de tus besos un sabio.
Quiero beber suspiros evocados
Quiero sentir tu sutil perfume
Y gastar tus labios encarnados
Quiero aferrarme y ceñirte muy fuerte
Tomar tu calor y sentir espasmos
Y apretarte al pecho hasta deshacerte
Rosalía (Honeyrocío): _
¡Ay amor!, haré caso al corazón
dejaré que este fuego nos abrace
ya no me importa nuestro desenlace
¡Ay, amarnos será hoy nuestra razón!
Bésame, mi amor, calla, sólo bésame
dejemos que nuestros labios engañen
sólo ámame sin razones que empañen
aunque la razón me dice va a pésame.
Que Dios y el cielo me protejan pido
porque con tu beso mi alma atarás
pero sin ti, es sólo amor desvalido.
Cuánto te amo, aunque sé que es un adiós
¿pero quién sabe? quizás cambies tú
¡beso yugo!, quizás ate a los dos.
Fue cuando en ese instante se besaron.
Pero de repente la moza se apartó del amparo de Julieto.
Rosalía (Honeyrocío): _
En un mar de tristes dudas navego
porque en este, tu fatuo amor no creo
pero estas ansias me vuelven tu reo
y por las llamas de tu beso ruego
La tierra se estremece alborozada
el viento repite un sutil te quiero
beso esos labios falaces y muero
como un ave acorralada y cazada
Tus besos son como troncos ardientes
sus llamas se deslizan por mi cuerpo
y mi alma sucumbe aunque sé que mientes.
Sé que es el principio de mi agonía
que estos, tus besos, me harán perecer
bésame, aunque sea por ironía.
Julieto entonces volvió a ceñirla con ternura, dándole así un diminuto beso en la mejilla. Un beso delicado, de aquellos que parecen ser transportados por una ligera brisa, cálida y delgada, que consuma el sutil contacto entre la piel y los labios.
Rosalía: _ ¿Eso es todo lo que tienes para ofrecer?
Julieto: _ No sé cómo demostrarte lo mucho que te amo.
Dicho esto, la invitó a sentarse en la hierba para platicar. Y tomados de la mano, Julieto no supo contener sus emociones y exclamó:
Julieto: (Mauricio O. Quiroz)
_ ¡Ay mi amor!
¡Si me dejaras tan solo acercarme a tu alma!
¡Si me permitieses profanar tus pensamientos!
Navegaría en el oleaje de la pasión de sus mares,
Aquellos de tus labios sensuales,
para despojar así tus sufrimientos
y doblegar a tu corazón.
Sintiendo la deliciosa humedad de tu boca
y aquellos suspiros etéreos,
evocados en lo ardiente del deseo,
que como llama se enciende
tan solo por un dulce beso
En ese instante
no aguantaría más
Y resuelto te amaría.
La joven al entender tales señales de amor, se dejo llevar por la emoción y sin perder más tiempo, como ave que hurta, siendo artera y rauda, le robó el beso.
Rosalía (Honeyrocío): _
Bebo de tus labios sutil vino
embriagas mi alma que a ti se entrega
vuela ligera, vuela a ti ciega
y en ellos, mi alma ve su destino.
¡Ay! amor, son un vergel tus besos
que me cubre con un sol ardiente
el miedo de ayer lo vuelve ausente
olvido tus pasados excesos.
Mi Julieto, mí amado Julieto
Ven, bésame, volvamos al cielo.
Sellaron sus almas con aquel beso
como conjuro del letal mañana,
quebrajada la muralla guardiana,
el amor en ella quedo confeso.
El alba cómplice los acaricia
en el jardín vibra cual real Eva
de aquel beso surge una mujer nueva
calla la razón, el amor desquicia.
La tempestad encallada en sus bocas
se aviva furiosa al unir sus labios
lavas candentes que se agitan locas
olvidando ella así, antiguos resabios.
Corre el gozo en sus agitados cuerpos
se desliza abriendo ríos hirvientes
derrumbando los desconfiados muros
la pasión sigue rumbos ascendentes
más que besos son fuegos de conjuros.
Rosalía (Honeyrocío):_
¡Para Julieto, detente!
Es tu amor una locura
¡Oh, Dios!, ¡Vuelve a mí, cordura!
no más tu beso candente
carentes de amor y alma
que el amor es más que sueños
y mañanas sin desdeños
Pobre alma mía, ¡Ven calma!
Adiós amor, Adiós sueño
tu amor es abatimiento
de este amor hoy me arrepiento
aunque seas ya mi dueño.
Ahora olvida Julieto
olvida este amor de sueño
¡Olvídame!, lo decreto.
Soy tu Rosalía muerta
¡Seré desde hoy la princesa!
Julieto (Mauricio):_
¿Serás consorte del Príncipe Escala?
Debe tratarse de una tonta broma
Mas en tus labios la risa no asoma
¡No puedes ser una mujer tan mala!
¿Por qué me ilusionaste así, chavala?
¿Has venido solo a dejar tu aroma?
Traición siento, mi alma se desploma
¡Esa alianza vuestra es enhoramala!
Cruel cortesana, cuanto te abomino
Ansiando tu mal, que sea él estéril
¡Lo maldigo! ¡Y tú seguid su camino!
Mi vida ya carece de destino
Porque mi existir se declara inútil
Pronto llorarás por tu desatino.
Luego de decir tales palabras, esculcó entre su ropa la daga que le quitaría la vida. Y cuando finalmente la halló, vociferó:
Julieto: _ ¡Adiós mundo cruel, más nunca te veré!
Rosalía, en ese momento sintió un tumbo dentro de sí. Sus latidos se aligeraron, como si el corazón quisiera salírsele del pecho y un dolor punzante se manifestó en señal de angustia. Por tal motivo, puso su mano en el lado izquierdo de su pecho, mas la quitó rápido para no ser sorprendida in fraganti, en aquel acto reflejo de su inquietud.
Ya Julieto con la daga en mano, se acercó a la joven que continuaba estática sin hallar qué hacer. La sujetó de un brazo y con el puñal puesto en el cuello de la doncella, exclamó:
Julieto: _ Debería matarte por traidora, pero mi muerte os dolerá aun más...- dijo con furor, para luego acabar su despedida con un diminuto beso.
Luego la soltó y empujó hacia atrás para que no estorbase. Después tomó el arma con ambas manos, llevando sus brazos hacia el frente y por encima de su cabeza, para crear el impulso necesario y dar fin a su pesar.
Clavaría la daga al vientre, cuantas veces creyera necesario hasta conseguir darse muerte.
La joven con la esperanza de salvarle, se acercó entorpeciendo el espacio personal de Julieto, impidiendo momentáneamente la ejecución de aquel acto bárbaro. Luego le dio así una cachetada que le sacudió por entero y desarmó al caérsele la daga al suelo. Ansiando herir su orgullo le dijo:
Rosalía (Honeyrocío):_
Julieto no seas tan dramático
sólo es un lamento de tu ego herido
tú, al rechazo no estás aguerrido
¡Ay! eres del falso amor fanático,
Maldices y amenazas con tu muerte
en el fondo sabes que sólo mientes
son palabras que a mí llegan inertes
no dejaré que perturbes mi mente.
Si morir quieres, aquí ten mi daga
hiere tu corazón bien traicionero
así dejarás de ser una llaga.
Muere si así lo deseas, ¡Mátate!
no culpes al amor, de esta tu suerte
tú me has matado, ¡estamos empate!
Julieto: _ ¿Que me mate? ¿Consientes mi suicidio? Veo has ofrecido la daga que llevas en tu cinturón como defensa. Pues entonces viviré, para que seas infeliz.
Entonces Rosalía le dio la espalda y empezó a caminar en dirección de su corcel, que la aguardaba plácido bajo la sombra de una higuera.
Julieto: _ ¡Se volteará a verme, lo sé!
Pero Rosalía continuó impasible, sin voltear una sola vez.
Se acercó al caballo y quitó el nudo del amarre. Enseguida se colocó justo del lado izquierdo de la montura y sujetó las riendas que reposaban en el cuello del animal, frente al pomo de la silla. Después con el pie, volvió el estribo hacia ella y delicadamente levantó la falda para no pisarla, luego apoyó su pequeño pie en el estribo y con la mano en el arzón, se impulsó desde el suelo, transfiriendo su peso al pie izquierdo y las manos, para finalmente quitar la mano del arzón y pasar la pierna derecha por encima de la grupa del caballo. Así montó, como toda una princesa, sin brusquedad sobre la silla.
Posteriormente miró al joven y se acercó con el corcel donde se encontraba parado, y dijo:
Rosalía: _ Espero algún día conozcas el verdadero amor.
Y al contrario de lo que vos pensáis, os deseo felicidad.
De repente:
Rosalía: _ ¡Oh Julieto! ¡Mi Julieto...! ¡No has puesto los amarres a tu potro! ¡Tú caballo se ha ido! ¡Tendrás que volver a casa a pie! ¡Corred a ver si le alcanzas...! ¡Adiós, mi amor!
Julieto: _ ¡Oh no! ¡Ya veo y observo que no es hoy mi día! ¡Caigo en cuenta que al verla, olvidé por completo al inepto!
Pero confuso con la situación, no supo si perseguir al animal o si seguirla a ella. Y al final, sólo quedó observando aquel triste cuadro. El de su amada que huía de allí, dando su espalda al sol y a los recuerdos.