Reflejo de amor
Sus manos lentamente lo dibujaban,
Suave lo tocaba, suave lo amaba
Y su piel agitaba, elevando la cumbre del deseo.
Joven y hermosa diosa, coronada con un manto de suave y sedoso pelo
Oscuro, con brillo de estrellas.
Sus ojos profundos cargados de sexo y deseos,
Su boca perla y rubí, susurra un te quiero.
Lentamente lo recorría, amando cada centímetro de su cuerpo
Y aquellas manos llevaban al éxtasis y abrían su secreto.
Cuanto amaba, cuanto placer alcanzaba al robar un gemido,
Al sentir brotar sus ríos.
-¡Cuan hermosa eres!- decía en susurro, le excitaba contemplar aquellos pechos
Erguidos, aquel cuerpo tembloroso de pasión.
Y sus piernas al escuchar el huracán del deseo, se hicieron jinete y cabalgaron
Elásticas, enroscándose y entregadas a su carrera, cumbre de su sueño.
Sube la marea, su mar golpea furioso, roto el dique del deseo, baña explotando mil luces, amando aquella diosa, aquella musa de sus deseos.
Parada frente a un espejo, su reflejo contempla extasiada, admirándose y aun sus manos recorren su sudoroso cuerpo, aun sus manos acarician sus cumbres henchidas por la pasión pasada, ¡Cuánto se ama!
Viendo su perfección se pregunta:
-¿Por qué no me ama, por qué su olvido? ¡Soy tan hermosa!
El espejo mudo piensa:
¿Cómo podría? Amarte es perder. Es competir con tu amante, con aquel que solo amas… ¡Tu misma!
Suave lo tocaba, suave lo amaba
Y su piel agitaba, elevando la cumbre del deseo.
Joven y hermosa diosa, coronada con un manto de suave y sedoso pelo
Oscuro, con brillo de estrellas.
Sus ojos profundos cargados de sexo y deseos,
Su boca perla y rubí, susurra un te quiero.
Lentamente lo recorría, amando cada centímetro de su cuerpo
Y aquellas manos llevaban al éxtasis y abrían su secreto.
Cuanto amaba, cuanto placer alcanzaba al robar un gemido,
Al sentir brotar sus ríos.
-¡Cuan hermosa eres!- decía en susurro, le excitaba contemplar aquellos pechos
Erguidos, aquel cuerpo tembloroso de pasión.
Y sus piernas al escuchar el huracán del deseo, se hicieron jinete y cabalgaron
Elásticas, enroscándose y entregadas a su carrera, cumbre de su sueño.
Sube la marea, su mar golpea furioso, roto el dique del deseo, baña explotando mil luces, amando aquella diosa, aquella musa de sus deseos.
Parada frente a un espejo, su reflejo contempla extasiada, admirándose y aun sus manos recorren su sudoroso cuerpo, aun sus manos acarician sus cumbres henchidas por la pasión pasada, ¡Cuánto se ama!
Viendo su perfección se pregunta:
-¿Por qué no me ama, por qué su olvido? ¡Soy tan hermosa!
El espejo mudo piensa:
¿Cómo podría? Amarte es perder. Es competir con tu amante, con aquel que solo amas… ¡Tu misma!
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