El retrato
Fumaba un cigarrillo mientras contemplaba aquel retrato, desde muy pequeño aquella fotografía era su refugio, daba calma a su ser, aunque desconocía las causas.
Su padre fue un fotógrafo famoso y aquellas fotos eran las que no expuso, él murió en un accidente aéreo junto a su madre. Casi no los recordaba tenia cinco años cuando sucedió.
Miro la foto y como siempre se sintió extrañamente inquieto y a la vez una inmensa paz lo llenaba, era una foto donde una mujer de espalda miraba el ocaso, su cuerpo envuelto en una túnica blanca parecía etéreo y un hermoso pelo negro ondeaba con el viento, no se veía su rostro, el fotógrafo, su padre, había hecho de ella parte de ese ocaso y los mil colores de este se reflejaban como fuego en la imagen de la mujer, era como si ella fuera la creadora de tanta belleza. Mirarlo era como entrever la belleza en la muerte del día dando paso a la noche creada por aquella etérea hada.
Estaba tan absorto en la foto que no sintió llegar a su hermana
-¿Marcos?, Aquí estas, como siempre que te enojas o estas preocupado.
-¿Qué pasa ahora Marcela?, ¿El abuelo de nuevo?
-Pues sí. Te ha estado buscando. Dice que es urgente.
-Como todo lo de él. A veces desearía irme lejos.
-Marcos ¿Qué pasa? ¿No eres feliz?
Marcos mira con ternura a su hermana y piensa que es lo único que lo detiene. Si no fuese por ella ya se hubiese ido bien lejos. Don Genaro, su abuelo, los adoraba pero era tan autoritario y frío que vivir con él era un suplicio.
-Solo es cansancio Marcela, no me pasa nada y claro que soy feliz y más cuando veo tu carita y me sonríes.
-Entonces te sonreiré y hasta un beso te doy pero ya cambias esa cara.
-¡Mi Marcelita!, Ven vamos a ver que desea el abuelo.
El abuelo estaba en el estudio, parecía un tigre enjaulado. Marcos al verlo pensó que a pesar de sus años era un hombre fuerte, pero muy frío. Fueron cuidados por él al morir sus padres pero solo eso, casa comida, confort. Jamás recibieron un gesto de amor de él.
-¡Marcos!, entra.
-Hola abuelo, ¿qué deseas?
-Hijo, lee esto.
Marcos sentándose tomo los papeles que el abuelo le entrega, con resignación empieza a leer y poco a poco su rostro se torna lívido y mira al abuelo acusador.
-¿Qué significa esto?
-Marcos, cálmate te explicaré.- Al terminar de explicarle, por vez primera Marco ve lagrimas en los ojos del abuelo y a pesar de la rabia que siente, calla.
-¿No dices nada?
-Mejor no. Pero dime algo abuelo, ¿esto es real?, ¿es confiable este abogado?
-Sí, el Dr. Ferrant es un buen abogado, honesto y fue el mejor amigo de tu padre. Como ya te explique tiene un año investigando, ahora tenemos que ir nosotros para terminar y quien mejor que tú.
Por eso te lo he contado todo, debes viajar a Brasil.-
Marcos mira al abuelo y mil cosas vienen a su mente, pero necesita estar tranquilo, necesita averiguar todo antes de decidir.
-Iré, pero que quede claro, esto no ha terminado, tú y yo hablaremos cuando vuelva.
Otra cosa ni una palabra de esto a Marcela. ¿Te queda claro?
-Marcos que soy tu abuelo, ¿cómo te atreves a hablarme así?-
Ambos se miran, el abuelo baja la mirada y con tristeza dice:
-Esta bien, como desees. Cuídate y por favor mantenme informado.
El Dr. Ferrant espera el avión de la compañía, espera intranquilo a Marcos, enfrentar al hijo, de quien en vida fue su gran amigo, le da temor. En su informe a Don Genaro solo dijo lo importante, no dio detalles pero sabía que Marcos lo averiguaría. Sentía miedo de decir aquello que guardo por tantos años. Ese secreto que golpea su alma día a día.
Divisa el avión y un suspiro sale de su pecho, se levanta y decide encarar el miedo, el pasado y el dolor.
-¿Dr. Ferrant?
- Sí. Es un placer conocerlo. Lic. Strautt
-Igualmente Dr., prefiero me llame Marcos. Necesito me ponga al día todo lo que ha averiguado.
¡De todo!, ¿Me entiende?
-Sí, entiendo. Todo lo tendrá a su disposición.
-¡Gracias!
-¿Dónde se alojará? Le reserve en el mejor Hotel de aquí.
-Gracias, pero prefiero ir a la Hacienda.
-¿A la Hacienda?, como desee. Los encargados la tienen siempre lista.
-Pablo, a la Hacienda.- le indico al chofer y partieron, Ferrant sentía como se iba acercando la hora de la verdad, aquella tan dolorosa.
Mientras iban acercándose Marcos buscaba en su memoria recuerdos de esa hacienda, pero eran tan borrosos, tenía cinco años la ultima vez que estuvo en ella. Solo la imagen de aquella fotografía vivía en sus recuerdos, aquella mujer, aquel ocaso y la sensación de que la conocía.
La Hacienda estaba bien cuidada, los trabajadores estaban recolectando las uvas, se divisaban áreas y áreas de la cosecha y al fondo se divisaba la casa, blanca, hermosa, con tejas rojas y bañada por el sol. Por un momento recordó la mujer de la foto y se prometió ir a aquel montículo y mirar el ocaso, sentir la brisa y quizás descubrir el porque de su obsesión, el porque verla era su refugio.
Los días en la Hacienda y descubrir los secretos del pasado le dieron a Marcos una nueva visión de la vida, había tanto amor, tanto dolor y miseria en ese pasado, que Marcos decidió luchar con toda su fuerza para que todo ese horror no cayera sobre su hermana Marcela.
Reviso todos los documentos de Ferrant, terminando por aceptar que sus padres no habían muerto como siempre creyeron, el avión de su padre había sido encontrado, el viajaba solo, solo su cadáver fue encontrado y junto a él una carta donde explicaba que no fue accidente, él se había estrellado a voluntad, su madre había quedado en la hacienda, enterrada por su padre al pie de aquel montículo.
Ferrant sabía de los celos enfermizo de su padre, el fue su amigo.
Aquella foto, aquella etérea mujer era su madre, su padre tomo esa foto para inmortalizar el momento que la convirtió en eterna, matándola luego.
Ahora sabía él porque le atraía esa foto, recordó ese día, día dormido en los recuerdos del niño. Siguió a sus padres al montículo, lo vio tomar la foto y acercarse lentamente a su madre, lo vio empujarla y escucho el grito de ella al caer. Grito de perdón y amor. Callo en un profundo sueño, un sueño donde oía una y otra vez la voz de su madre gritar:
- ¡Jorge!, te amoooooooooo.- y luego despertó, su tierna alma ocultó este terror, hasta hoy, al leer la carta de su padre. Allí narraba su desesperación, su equivocación, su enfermedad. Allí decía como encontró a Marcos y el dolor de ver su alma perdida. Su pena fue profunda, desgarradora y comprendió que debía salvarlos y por eso les dio un recuerdo, aunque doloroso, noble. La muerte de ellos en un viaje, borrando el terror de saberlo un asesino, asesino de una mujer que su único pecado fue amarlo. ¡Su Madre!
Marcos allí en el montículo lloro por todos los años que su alma ocultó ese secreto.
Miro el ocaso y creyó ver a su etérea mujer. ¡Su madre! y entre sollozos un juramento salio de su alma.
-Lo perdono madre, jamás conocerán esta historia. Tú aun al morir lo amaste, lo perdonaste. Yo, hoy vuelvo a olvidar.
El sol lentamente moría, ¡El Ocaso!, el cielo lucia sus hermosas galas de mil colores, una suave brisa inundo el alma de Marcos y un eco lejano trajo una voz, un mensaje:
-¡Teeeee amoooooo!
Su padre fue un fotógrafo famoso y aquellas fotos eran las que no expuso, él murió en un accidente aéreo junto a su madre. Casi no los recordaba tenia cinco años cuando sucedió.
Miro la foto y como siempre se sintió extrañamente inquieto y a la vez una inmensa paz lo llenaba, era una foto donde una mujer de espalda miraba el ocaso, su cuerpo envuelto en una túnica blanca parecía etéreo y un hermoso pelo negro ondeaba con el viento, no se veía su rostro, el fotógrafo, su padre, había hecho de ella parte de ese ocaso y los mil colores de este se reflejaban como fuego en la imagen de la mujer, era como si ella fuera la creadora de tanta belleza. Mirarlo era como entrever la belleza en la muerte del día dando paso a la noche creada por aquella etérea hada.
Estaba tan absorto en la foto que no sintió llegar a su hermana
-¿Marcos?, Aquí estas, como siempre que te enojas o estas preocupado.
-¿Qué pasa ahora Marcela?, ¿El abuelo de nuevo?
-Pues sí. Te ha estado buscando. Dice que es urgente.
-Como todo lo de él. A veces desearía irme lejos.
-Marcos ¿Qué pasa? ¿No eres feliz?
Marcos mira con ternura a su hermana y piensa que es lo único que lo detiene. Si no fuese por ella ya se hubiese ido bien lejos. Don Genaro, su abuelo, los adoraba pero era tan autoritario y frío que vivir con él era un suplicio.
-Solo es cansancio Marcela, no me pasa nada y claro que soy feliz y más cuando veo tu carita y me sonríes.
-Entonces te sonreiré y hasta un beso te doy pero ya cambias esa cara.
-¡Mi Marcelita!, Ven vamos a ver que desea el abuelo.
El abuelo estaba en el estudio, parecía un tigre enjaulado. Marcos al verlo pensó que a pesar de sus años era un hombre fuerte, pero muy frío. Fueron cuidados por él al morir sus padres pero solo eso, casa comida, confort. Jamás recibieron un gesto de amor de él.
-¡Marcos!, entra.
-Hola abuelo, ¿qué deseas?
-Hijo, lee esto.
Marcos sentándose tomo los papeles que el abuelo le entrega, con resignación empieza a leer y poco a poco su rostro se torna lívido y mira al abuelo acusador.
-¿Qué significa esto?
-Marcos, cálmate te explicaré.- Al terminar de explicarle, por vez primera Marco ve lagrimas en los ojos del abuelo y a pesar de la rabia que siente, calla.
-¿No dices nada?
-Mejor no. Pero dime algo abuelo, ¿esto es real?, ¿es confiable este abogado?
-Sí, el Dr. Ferrant es un buen abogado, honesto y fue el mejor amigo de tu padre. Como ya te explique tiene un año investigando, ahora tenemos que ir nosotros para terminar y quien mejor que tú.
Por eso te lo he contado todo, debes viajar a Brasil.-
Marcos mira al abuelo y mil cosas vienen a su mente, pero necesita estar tranquilo, necesita averiguar todo antes de decidir.
-Iré, pero que quede claro, esto no ha terminado, tú y yo hablaremos cuando vuelva.
Otra cosa ni una palabra de esto a Marcela. ¿Te queda claro?
-Marcos que soy tu abuelo, ¿cómo te atreves a hablarme así?-
Ambos se miran, el abuelo baja la mirada y con tristeza dice:
-Esta bien, como desees. Cuídate y por favor mantenme informado.
El Dr. Ferrant espera el avión de la compañía, espera intranquilo a Marcos, enfrentar al hijo, de quien en vida fue su gran amigo, le da temor. En su informe a Don Genaro solo dijo lo importante, no dio detalles pero sabía que Marcos lo averiguaría. Sentía miedo de decir aquello que guardo por tantos años. Ese secreto que golpea su alma día a día.
Divisa el avión y un suspiro sale de su pecho, se levanta y decide encarar el miedo, el pasado y el dolor.
-¿Dr. Ferrant?
- Sí. Es un placer conocerlo. Lic. Strautt
-Igualmente Dr., prefiero me llame Marcos. Necesito me ponga al día todo lo que ha averiguado.
¡De todo!, ¿Me entiende?
-Sí, entiendo. Todo lo tendrá a su disposición.
-¡Gracias!
-¿Dónde se alojará? Le reserve en el mejor Hotel de aquí.
-Gracias, pero prefiero ir a la Hacienda.
-¿A la Hacienda?, como desee. Los encargados la tienen siempre lista.
-Pablo, a la Hacienda.- le indico al chofer y partieron, Ferrant sentía como se iba acercando la hora de la verdad, aquella tan dolorosa.
Mientras iban acercándose Marcos buscaba en su memoria recuerdos de esa hacienda, pero eran tan borrosos, tenía cinco años la ultima vez que estuvo en ella. Solo la imagen de aquella fotografía vivía en sus recuerdos, aquella mujer, aquel ocaso y la sensación de que la conocía.
La Hacienda estaba bien cuidada, los trabajadores estaban recolectando las uvas, se divisaban áreas y áreas de la cosecha y al fondo se divisaba la casa, blanca, hermosa, con tejas rojas y bañada por el sol. Por un momento recordó la mujer de la foto y se prometió ir a aquel montículo y mirar el ocaso, sentir la brisa y quizás descubrir el porque de su obsesión, el porque verla era su refugio.
Los días en la Hacienda y descubrir los secretos del pasado le dieron a Marcos una nueva visión de la vida, había tanto amor, tanto dolor y miseria en ese pasado, que Marcos decidió luchar con toda su fuerza para que todo ese horror no cayera sobre su hermana Marcela.
Reviso todos los documentos de Ferrant, terminando por aceptar que sus padres no habían muerto como siempre creyeron, el avión de su padre había sido encontrado, el viajaba solo, solo su cadáver fue encontrado y junto a él una carta donde explicaba que no fue accidente, él se había estrellado a voluntad, su madre había quedado en la hacienda, enterrada por su padre al pie de aquel montículo.
Ferrant sabía de los celos enfermizo de su padre, el fue su amigo.
Aquella foto, aquella etérea mujer era su madre, su padre tomo esa foto para inmortalizar el momento que la convirtió en eterna, matándola luego.
Ahora sabía él porque le atraía esa foto, recordó ese día, día dormido en los recuerdos del niño. Siguió a sus padres al montículo, lo vio tomar la foto y acercarse lentamente a su madre, lo vio empujarla y escucho el grito de ella al caer. Grito de perdón y amor. Callo en un profundo sueño, un sueño donde oía una y otra vez la voz de su madre gritar:
- ¡Jorge!, te amoooooooooo.- y luego despertó, su tierna alma ocultó este terror, hasta hoy, al leer la carta de su padre. Allí narraba su desesperación, su equivocación, su enfermedad. Allí decía como encontró a Marcos y el dolor de ver su alma perdida. Su pena fue profunda, desgarradora y comprendió que debía salvarlos y por eso les dio un recuerdo, aunque doloroso, noble. La muerte de ellos en un viaje, borrando el terror de saberlo un asesino, asesino de una mujer que su único pecado fue amarlo. ¡Su Madre!
Marcos allí en el montículo lloro por todos los años que su alma ocultó ese secreto.
Miro el ocaso y creyó ver a su etérea mujer. ¡Su madre! y entre sollozos un juramento salio de su alma.
-Lo perdono madre, jamás conocerán esta historia. Tú aun al morir lo amaste, lo perdonaste. Yo, hoy vuelvo a olvidar.
El sol lentamente moría, ¡El Ocaso!, el cielo lucia sus hermosas galas de mil colores, una suave brisa inundo el alma de Marcos y un eco lejano trajo una voz, un mensaje:
-¡Teeeee amoooooo!
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